LEYENDAS


El sapo de oro

Se cuenta que en el cerro del Zapotlán que se encuentra en Tochtepec y San Lorenzo, Puebla existió alguna vez un gran sapo hecho de oro que los habitantes indígenas creían que hacía que el cerro tuviera agua.
Durante la conquista cuando los españoles estaban dispuestos a saquear las tierras indígenas, encontraron una cueva en dicho cerro. Los indígenas pensaban que esa cueva se abría por un día cada cien años y que era muy difícil de encontrar, dicen que esta llevaba tierra abajo donde el sol pegaba sus rayos al sapo dorado que iluminaba toda la cueva y que este se encontraba precisamente en medio de una fuente enorme y muy hermosa. Los españoles quisieron robarse aquel sapo, pero lo que no sabían es que una vez estando adentro de la cueva y si trataban de robar al sapo quedaban atrapados hasta que la cueva se volviera abrir, pues este sapo había sido maldecido por un brujo y solo se podría sacar el sapo si hubiese algún cuerpo que aguantase más de cien años de vida, sin alimento y solo tomando agua.

Transcrita por: Mario Maldonado García

Las campanas del convento

Se dice que en el convento de la ciudad de Tecamachalco existen túneles que conectan a esta comunidad con el mar de Veracruz, pero estan tapadas para evitar que la ciudad de Tecamachalco se inunde.
En este convento hay una gran campana en  la parte mas alta, es una campana enorme, pero tiene una leyenda y esta dice que el día en que se llegue a caer o la lleguen a quitar, los túneles que se encuentran tapados se destaparan y toda la ciudad de Tecamachalco quedando inundado bajo la gran cantidad de agua del mar, y Tecamachalco será como en sus inicios, parte del mar.

Transcrita por: Christian Nava Hernández

La llorona

Cuenta que hace muchos años vivía una mujer cuya familia era de prestigiado militar como su esposo y 2 hermosas hijas pequeñas.
Aquella mujer no era feliz ya que su esposo no estaba mucho tiempo junto a ella, él solo venia continuidad cuando sus hijas se encontraban enfermas, así que un día se le ocurrió que para tener a su esposo junto de ella, hacía que sus pequeñas hijas se enfermaran para su esposo estuviera con ella; así continuo hasta que su esposo se aburrió y descubrió que ella causaba tales enfermedades en sus hijas, cuando la mujer se enteró que su esposo se separaría de ella, enloqueció, tanta fue su locura que en un  rio cercano a su casa ahogo a sus hijas, ella murió al igual que sus hijas. Desde aquel día en aquella ciudad todos las noches se escuchaba el llanto de una mujer arrepentida por las perdida de sus hijas diciendo “Ay mis hijos”

Transcrita por: Naason Castillo Vázquez 

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